Después de los 10 días de experiencia en los Campamentos, llegó el momento de irse. Ese día lo recuerdo con nitidez, salvo por el cambio de horas. Tuvimos una despedida agridulce. Las familias se despidieron de nosotras, recogimos todo el equipaje propio que llevamos, y sólo nos quedaba esperar a la hora para irnos. El último día fuimos al mercado, y me compré un poco de maquillaje. La madre de mi familia me regaló entonces una melfa y un burka que actualmente lo utilizo como fular o pareo.
Ese mismo día también fuimos a despedirnos de otra familia: la de Jadi. Jamás pensé que esa sería la última vez que la vería. Le entregamos ropa que le habíamos llevado de mi familia, y me emocioné al ver que llevaba puesta ropa que yo utilizaba cuando era más joven. Me resultó muy bonito porque me recordaba a mi yo de la infancia. No nos esperaba, por lo que se echó incluso a llorar de la emoción de nuestra visita express. Esa sonrisa tan pura al vernos, al ver que le llevábamos regalos, la felicidad que irradiaban sus ojos, el brillo de su mirada. Todo esto en un desierto, con su casa detrás. Se me ponen los pelos de punta sólo de recordarlo.
Tras la emotiva despedida, no tuvimos tiempo para apenas nada más. Sin darme cuenta, volvía a estar en el avión de vuelta. Hicimos el mismo viaje que en la ida, solo que fueron esta vez 21h. Siguen siendo muchas, sí, pero no tuvimos complicaciones esta vez. Durante las largas esperas en los aeropuertos y los cortos vuelos, no paraba de pensar en la experiencia que había vivido, en todo lo que había aprendido. Cuando llegué a mi casa, es que ni dudé en abrazar a mis aitas. Lo que les había echado de menos no era ni normal. Recuerdo cómo me recogieron en coche y fuimos a casa.
En cuanto llegué, lo primero que hice fue ir al baño. La verdad es que tenía poca cosa dentro, pero agradecí muchísimo no tener un simple agujero por el que mear; aunque me había acostumbrado bastante. Al principio se me hacía raro volver a tener tantas cosas en casa, tanta tecnología. ¿Lo más extraño? La ducha. Pensad que estuve 10 días sin ducharme absolutamente nada. Que por suerte llevé unas toallitas higiénicas para lavarme. Imaginaos el panorama que hay allá, que incluso se me paró la menstruación.
El momento ducha fue gracioso. No sabía casi ni cómo iba, y me tuve que dar 4 veces champú en la cabeza, mi cara era un poema. El agua se desplazaba por mi cuerpo y caía marrón, llena de arena. Incluso noté la capa que se me quitó en la piel. Una parte estaba marrón, y otra "blanca", y yo pensando que me había puesto morena... En fin. Después de unos 20 minutos de ducha, salí dando las gracias por tener ducha. Aprendí a amar lo que tenía en casa. Además, mi ama me hizo ligero de cena, porque tampoco comimos mucho durante la estancia; viví en un Campo de Refugiados, tampoco quería quitarles lo poco que podía.
A partir de este momento, toda mi vida cambió. Desde entonces, aprendí a agradecer lo que tengo, a respetarme, y me volví más empática y solidaria de lo que ya era. Por decirlo de alguna manera, en Maite fue un antes y un después. Ojalá podáis tener una experiencia parecida.
Por desgracia ahora Marruecos ha vuelto a atacar Guerguerat, y parece ser que esta guerra va para largo. Así que, visto lo visto, sólo me queda decir que... Sahara Hurra!
Comentarios
Publicar un comentario